Soy partidaria de ayudar a Cuba y a los cubanos. Lo he hecho de manera directa y también de manera indirecta y anónima cuando se ha necesitado de mí, hay testigos de que así ha sido, pero con saberlo yo me basta y me sobra. No lo he hecho solamente con los cubanos, lo he hecho con ciudadanos de otras partes del mundo.
Que se ayude a los cubanos es la razón por la que ayer me hice eco en este blog de la demanda de ayuda para personas que han perdido sus casas y para reparar la iglesia del Padre Conrado en el Oriente de la isla. Sin embargo, creo que es hora de que los disidentes que en el interior de Cuba obtienen ya más ayudas y reciben mayor cantidad de dinero que muchos de nosotros en el exilio, se ocupen de ayudar a esos compatriotas, a los que menos tienen y no reciben nada, no solamente por la efectividad de la cercanía, sino además porque ellos no pagan impuestos sobre el dinero que ganan, más bien somos los exiliados los que pagamos impuestos por esos dineros y premios que ellos reciben, tampoco tienen que pagar las escuelas de sus hijos, como es el caso nuestro -cosa que algunos de ellos todavía le agradecen al régimen castrista, incluso si esas escuelas son centros de deformación ideológicos y al servicio de la tiranía-, tampoco tienen que pagar hipotecas aunque sus casas no les pertenecen al cien por ciento, ni alquileres altos, ni servicios comunitarios, etc…
Así que me parece que ya va siendo hora de que estas personas sean solidarias con los que nada tienen, aparte de que también deben irse enterando que en la vida a la que ellos aspiran hay valores de derechos, pero también de deberes con los que hay que cumplir. Los que viajaron antes y han vivido en el extranjero lo saben y espero que comprendan que las ayudas no pueden ir solamente en una sola dirección, ni favorecer sólo a algunos y para nada a otros, o sea a los que también somos cubanos y a los que también nos pertenece el futuro de Cuba.
Zoé Valdés.

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